Días antes del feriado dieciochero, acompañé a los fiscalizadores de la autoridad sanitaria a inspeccionar dos carnicerías en Coquimbo. La primera fue a un conocido supermercado de la ciudad en el que todo estaba impecable. Carnes perfectamente empacadas; en sus cámaras frigoríficas a la temperatura adecuada; exhibidas en perfecto orden y en el plazo indicado. El personal, a la altura, con su vestimenta impoluta y apegada a reglamento.
La segunda fue a una antigua y tradicional carnicería del centro de la ciudad y aquí, el panorama no era tan brillante. Sin bien no habían transgresiones que amenazaran la salud de los clientes, habían varias faltas menores que hacían que el estándar de servicio e imagen fuera sustancialmente inferior al supermercado.
Al principio, estos opuestos me sugirieron la explicación de la inminente extinción de la carnicería de barrio, con su mostrador y tabla de madera, el afilador de cuchillos y el maestro carnicero porcionando y desgrasando el trozo preciso. Sin embargo, durante los cuarenta minutos que duró la inspección y desde mi contemplativo segundo plano, me fijé en algo: compraron nueve clientes, medio kilo de carne en promedio cada uno. Otra particularidad: siete de ellos tenían más de setenta años; los otros dos, ochenta. Sorpresa, el aparentemente agónico negocio, tenía clientela. Aunque fuera por reminiscencia de una época de oro, la tenía.
Y en ese momento me retrotraje a los textos de estrategia corporativa y a cómo se compite de chico a grande y a que con buenas ideas, se puede hacer frente a grandes amenazas, etc.
¿Por qué no una carnicería para la tercera edad? ¿Por qué no diferenciaras de la venta masiva e impersonal de carnes de un supermercado con un servicio hecho a la medida del adulto mayor?
El grupo de consumidores mayores de 60 años es uno de los de mayor crecimiento en Chile. En el censo de 2002 se registraron casi dos millones de habitantes sobre esa edad. En 2050 serán el 30% del total de la población. En nuestra región, la expectativa de vida es de sobre 80 años para ambos sexos. A eso sumemos la mayor disponibilidad de ingresos debido al mejor sistema de pensiones privado y a un asistencialismo del estado que les proporciona salud, vivienda, transporte y alternativas de esparcimiento. Las vacaciones del adulto mayor de Sernatur son un éxito total.
¿Qué podría hacer el tradicional carnicero del centro de Coquimbo? Enfocarse en ese segmento de personas y diseñar su local, productos y servicios especialmente para ellos.
Primero mejorar sus instalaciones y hacerlas amigables para la 3ra edad. Espacios amplios sin obstáculos ni peldaños, señalética de caracteres grandes y claros y una decoración limpia que evoque al Coquimbo antiguo y tradicional.
También debe contar con personal especialmente entrenado para lidiar con las limitaciones del público y que les ofrezca una asistencia directa, amable, simple y clara.
El producto debe ser diversificado y de buena calidad, enfocado a las carnes blandas y con la posibilidad de ser porcionado a solicitud del cliente. El adulto mayor vive en grupos familiares más pequeños y no requiere de grandes cantidades para preparar su alimento.
Y lo más importante, dotar a sus trozos y cortes de un servicio asociado impecable. Excelente higiene, atención personalizada, servicio de despacho o acercamiento a domicilio, atención telefónica son ideas a priori que pudieran servir.
Con creatividad, estas políticas se podrían implementar a bajo costo, dándole un giro a un negocio alicaído. Competir de chico a grande, se puede!
La segunda fue a una antigua y tradicional carnicería del centro de la ciudad y aquí, el panorama no era tan brillante. Sin bien no habían transgresiones que amenazaran la salud de los clientes, habían varias faltas menores que hacían que el estándar de servicio e imagen fuera sustancialmente inferior al supermercado.
Al principio, estos opuestos me sugirieron la explicación de la inminente extinción de la carnicería de barrio, con su mostrador y tabla de madera, el afilador de cuchillos y el maestro carnicero porcionando y desgrasando el trozo preciso. Sin embargo, durante los cuarenta minutos que duró la inspección y desde mi contemplativo segundo plano, me fijé en algo: compraron nueve clientes, medio kilo de carne en promedio cada uno. Otra particularidad: siete de ellos tenían más de setenta años; los otros dos, ochenta. Sorpresa, el aparentemente agónico negocio, tenía clientela. Aunque fuera por reminiscencia de una época de oro, la tenía.
Y en ese momento me retrotraje a los textos de estrategia corporativa y a cómo se compite de chico a grande y a que con buenas ideas, se puede hacer frente a grandes amenazas, etc.
¿Por qué no una carnicería para la tercera edad? ¿Por qué no diferenciaras de la venta masiva e impersonal de carnes de un supermercado con un servicio hecho a la medida del adulto mayor?
El grupo de consumidores mayores de 60 años es uno de los de mayor crecimiento en Chile. En el censo de 2002 se registraron casi dos millones de habitantes sobre esa edad. En 2050 serán el 30% del total de la población. En nuestra región, la expectativa de vida es de sobre 80 años para ambos sexos. A eso sumemos la mayor disponibilidad de ingresos debido al mejor sistema de pensiones privado y a un asistencialismo del estado que les proporciona salud, vivienda, transporte y alternativas de esparcimiento. Las vacaciones del adulto mayor de Sernatur son un éxito total.
¿Qué podría hacer el tradicional carnicero del centro de Coquimbo? Enfocarse en ese segmento de personas y diseñar su local, productos y servicios especialmente para ellos.
Primero mejorar sus instalaciones y hacerlas amigables para la 3ra edad. Espacios amplios sin obstáculos ni peldaños, señalética de caracteres grandes y claros y una decoración limpia que evoque al Coquimbo antiguo y tradicional.
También debe contar con personal especialmente entrenado para lidiar con las limitaciones del público y que les ofrezca una asistencia directa, amable, simple y clara.
El producto debe ser diversificado y de buena calidad, enfocado a las carnes blandas y con la posibilidad de ser porcionado a solicitud del cliente. El adulto mayor vive en grupos familiares más pequeños y no requiere de grandes cantidades para preparar su alimento.
Y lo más importante, dotar a sus trozos y cortes de un servicio asociado impecable. Excelente higiene, atención personalizada, servicio de despacho o acercamiento a domicilio, atención telefónica son ideas a priori que pudieran servir.
Con creatividad, estas políticas se podrían implementar a bajo costo, dándole un giro a un negocio alicaído. Competir de chico a grande, se puede!
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