Lo que pasa con Evelyn está descrito técnicamente desde hace casi dos décadas en #Economíaconductual. Se refiere a un sesgo psicológico que afecta nuestras decisiones. Es una respuesta automática de nuestra psiquis que se llama sesgo de anclaje. En simple, lo que establece es que nuestras decisiones dependerán de las alternativas que tengo cerca para compararlas y tenderemos a elegir la que se situa "al medio" en un atributo que valoramos. Por eso normalmente no pedimos el café más chico en una cafetería ni la botella de vino más cara. Siempre tendemos a concluir que la alternativa intermedia es la mejor. ¿Qué plan de Netflix tienes? Sí, el intermedio. Esto explica porqué la candidata lideró escapada las encuestas, por más de un año, mientras eran dos: ella y Kast. En el atributo "de derecha", José Antonio era el extremo (también explica porqué el profe Artés siempre va, aunque exiguo de votos: la izquierda lo necesita para generar el anclaje y no verse tan extrema).
Todo esto hasta que apareció Kaiser y comenzó a crecer en la Cadem. Esa alza implicó que pasó a ser una alternativa viable para los votantes del sector. Entonces fueron tres. La irrupción de Joe pilló a Evelyn haciéndole ojitos a la centro izquierda (¿recuerdan lo de "llegar al socialismo democrático"?) y a Kast en medio de su discurso conservador-nacionalista duro. Y las estrategias de cada candidato hicieron lo suyo. Kaiser se parapetó en su discurso ultra nacionalista y agresivo; José Antonio leyó mejor, se moderó y le dejó la rabia a Joe y Evelyn perdió la brújula. José Antonio quedó al medio; Evelyn y Joe, en los extremos percibidos por sus potenciales electores. Y la economista comenzó a caer... el rockero también. El sesgo comenzó a hacer su trabajo inexorablemente y hoy los extremos marcan un dígito.
¿Cómo sale Evelyn? Está dificil. Pero con creatividad y talento, es posible. Hay varias estrategias. Una sería visibilizar a un cuarto contenedor en la derecha, por el centro y así romper la percepción de extremos. ¿Parisi? También sería útil hacer ver a Kast y Káiser cómo “lo mismo” y así pasar a tener dos alternativas, no tres. O si Parisi está en el extremo por el centro y Kast-Kaiser son un paquete por derecha, la economista queda al centro. Todo esto además de resolver la guerra sucia de su estado de salud y de jugarse la carta feminista de la agresividad de género. Cómo todo en esta entretenida contienda, no hay soluciones únicas y drásticas, sino una virtuosa mezcla de todas las anteriores.
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