En una galaxia muy, muy lejana existía un planeta llamado Austeria. Éste era habitado por los austerios, peculiares seres pensantes. Su virtud principal y determinante era que nunca gastaban más allá de sus ingresos. Jamás! A fin de mes, a todo austerio en el planeta, unos más otros menos, le sobraban humilios (así se llamaba su moneda) para guardar.
Si bien todos en Austeria compartían esta característica, no eran todos iguales. Los habÍa de distintos colores, personalidades e incluso hablaban distintos idiomas. Los que tenían ideas y circunstancias en común se agruparon en naciones. Y elegían cada cierto tiempo a un grupo de austerios destacados para que los gobernaran. También les entregaban una parte de sus humilios mensuales para que ayudaran con esos recursos a los austerios más pobres.
Respondiendo a sus íntimas convicciones, el grupo gobernante tampoco gastaba más de lo que los ciudadanos les entregaban. Cada fin de año, los presidentes de cada nación informaban a los ciudadanos que todos los planes se habían cumplido y que existían excedentes para el año siguiente.
Con el tiempo, esta situación trajo sus inconvenientes. Los Cofres (así llamaban a las instituciones que guardaban el dinero que les sobraba a los austerios) se quejaron de que estaban llenos de humilios que los austerios les entregaban pero no tenían a nadie a quien prestárselos ya que nadie necesitaba gastar más de lo que ganaba. De seguir así quebrarían.
Se juntó el Gran Consejo Austerio y resolvió facilitar que los habitantes pidieran dinero prestado para mejorar su calidad de vida. El resultado fue que, un tiempo después, a los austerios apenas les alcanzaba el sueldo para pagar sus deudas, el comercio explotó y los precios de las cosas se fueron a las nubes.
Entonces el Consejo cambió su decisión y determinó que los gobiernos se endeudaran para ir en ayuda de los desposeídos. A la vuelta del año los gobernantes estaban agobiados porque se gastaron los humilios y no tenían como devolverlos. Además, éstos se habían gastado en dudosas iniciativas que no ayudaron a los austerios o se extraviaron. Por primera vez los austerios conocieron la corrupción.
La solución la encontraron al tercer intento cuando en el Consejo un joven y brillante estudiante en la ùltima fila propuso: "prestémosle el dinero a las personas pero sólo para que desarrollen bienes que mejoren la calidad de vida de los austerios".
La propuesta fue aceptada y Austeria estalló en crecimiento. Aparecieron miles de organizaciones que crearon millones de productos y servicios nuevos, dieron empleo a todos los austerios que no tenían y los gobiernos recibÍan cada vez más humilios como aporte de sus habitantes.
En Austeria se aprendió la lección.
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