Antes de la invención de la moneda como medio de intercambio, las personas obtenían los productos que necesitaban por intermedio del trueque: una transacción de productos por otros sin mediar dinero. Entre los indígenas de nuestra región era común el intercambio de especies de las que tenían excedentes. Era habitual entonces que los diaguitas aceptaran de los changos una cesta con pescados a cambio de una con frutas.
El problema que presentaba el trueque era que no permitía la especialización de los participantes. Ambos eran productor y consumidor a la vez. En el ejemplo anterior de los nativos, los diaguitas no sólo tenían que preocuparse de producir frutas sino también de encontrar quién le proveyera pescado. No tenía beneficio adicional producir más frutas si no tenía quien le diera productos del mar. En el acto del trueque era consumidor y productor a la vez.
La creación del dinero resuelve todo esto. Por una parte facilitó el intercambio ya que es mucho más fácil de transportar. Más importante aún, facilitó la especialización ya que al ser reserva de valor, permitía la acumulación de riqueza para realizar posteriores transacciones. Un productor de abrigos de piel de guanaco podía entonces elaborar grandes cantidades y venderlas por dinero. Luego, con esa divisa, buscaría a su antojo las mercancías que necesitara.
En los 500 años posteriores la especialización de los productores ha sido profunda. Hoy disponemos, en la región y en el mundo, de una infinidad de bienes y servicios para satisfacer las más complejas necesidades pero... nos hemos especializado también como consumidores? Hay evidencia que dice que no, extraída de un estudio psicográfico de Chilescopio publicado a mediados de año.
Una de las preguntas arrojó como respuesta que casi la mitad de las personas en Chile toma el vitrineo como un paseo o entretención; No como una oportunidad de informarse sobre los precios de las mercancías que necesita para tomar una mejor decisión. La encuesta muestra también que la mitad de los chilenos no se molesta en probar nuevas marcas o productos! Otra conclusión es que 3 de cada 10 chilenos no se informa en lo absoluto de los precios de lo que compra o de sus sustitutos (29% de nosotros compra por impulso). Si consideramos (según este mismo estudio) que una persona que no cotiza antes de comprar paga un 30% más en promedio por el mismo producto y lo prorrateamos entre todos los consumidores de Chile tenemos que cada habitante de este país malgasta el 10% aproximadamente de su presupuesto de compra. El consumo de los hogares en el país bordea los 60 billones de pesos al año. ¡6 billones los malgastamos por no cotizar! Mucho dinero.
Entonces, a ponerse las pilas y profesionalizarnos como consumidores también. Cotizar, buscar e informarse.
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