La quincena anterior me referí, entre otras cosas, al “precio” que tenemos que pagar para tener pareja. El análisis somero me decía que cuando dos persona, previo conocimiento y regateo, acuerdan este “precio”, se unen. Los dos incurrían en los mismos sacrificios. No me di cuenta cuan equivocado estaba hasta que llegó de rebote a mis oídos la situación de los amigos de unos amigos de unos amigos.
Ella, enamoradísima, se casó con él dejando de lado una serie de comodidades. Regalona de su padre, tenía acceso a toda clase de consentimientos: peluquería, café con las amigas, todo el tiempo del mundo, shopping y cócteles en el casino. Ahora, con retoños y una casa que cuidar, debe trabajar, no dispone de tiempo ni dinero para darse gustos ocasionales y su vida social se reduce a alguna invitación de amigas para el té por la tarde. Además, debe soportar los constantes trasnoches de su marido y su aversión al trabajo, lo que ahoga aun más su acceso a diversión. Sin duda que el sacrificio para mantener su relación de pareja es grande.
Él por su parte lo pasa regio. Trabaja poco o nada. Su ayuda en las tareas de la casa se limita a sacar a pasear a sus hijos a algún panorama entretenido (en el que él también se divierte). Trasnocha cuando quiere y no se pierde fin de semana de asados, amigos o discotheque. Demás está decir que su aporte financiero es mínimo.
Sin embargo, y a pesar de la abismante diferencia de costos incurridos por ambos para sostener la pareja, están juntos. Y, aunque con altibajos, bien (quién no).
Entonces llegué a la conclusión de que en una relación sentimental, de hombre mujer o cualquier otra combinación, actúan independientemente dos mercados. No uno.
Ejemplificando, si la pareja está compuesta por H y por M, en el primer “mercado” interactúa la necesidad de H por M (demanda), por un lado, y la disposición de M para estar con H (oferta).En el otro, interactúa la necesidad de M por H (demanda) y la dispocición de H para ser pareja de M (oferta). Mientras más alta sea la necesidad de uno por estar con el otro, más alto será el precio que tendrá que pagar para conseguirlo. Así también, mientras más dispuesta esté una de las partes a emparejarse con la otra, menor será el trade off en esa parte de la relación. Prácticamente nunca ambos individuos en pareja sacrifican lo mismo para mantener la relación. Dicho en términos más económicos, el precio no necesariamente tiene que ser el mismo en ambos mercados.
Hace poco CNN publicó la historia de una mujer que tomó un curso express de paracaidismo para impresionar a un fanático de los deportes aventura. No contaba con que el paracaídas no iba a funcionar, viéndose obligada a luchar contra el de emergencia en caída libre. No pasó de ser un gran susto pero es un buen ejemplo del costo que estaba dispuesta a pagar por el arriesgado galán.
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