La iniciativa de modificación a la ley electoral chilena que propone la inscripción automática de los chilenos en los registros electorales y el voto voluntario avanza su tramitación legislativa. El 22 de Enero pasado sorteó exitosamente la barrera de la Cámara Baja. Esta propuesta implica que apenas uno cumple 18 (justo cuando lo último en nuestra mente es quién diablos será presidente, senador, diputado u otro) ya estamos incorporados al sistema electoral (que alguien me diga qué tiene de voluntario eso). La otra implicancia es que, el día de la elección no es penado quedarse acostado viendo TV, ir al cine o arrancarse a la playita en vez de sufragar.
Creo que si dividimos a los mayores de 18 en dos grupos, votantes y no votantes, y analizamos qué los mueve a pertenecer a cada grupo veremos que el objetivo de la modificación no será tan facilmente cumplido y redundará en campañas más caras y artimañas de convencimiento del elector mucho menos éticas.
Asumamos que los costos de ir a votar son para todos similares: ir UNA vez en la vida al Registro Electoral y realizar un breve trámite de inscripción en un lugar, generalmente, de fácil y económico acceso. También acudir 2 veces cada 4 años a un lugar, también comúnmente, de fácil y módico acceso, en un día libre, a sufragar. En un trámite que no demora más de 3 horas. Finalmente, dejar de hacer lo que comunmente hacemos un día domingo como levantarnos tarde, salir de paseo, hacer ejercicio, leer o ver TV. Tareas que con mínima planificación se pueden realizar de todas maneras.
Los beneficios propios de sufragar son claros: cumplir con el deber cívico, practicar la democracia defendiendo esa elección de sistema de gobierno como el más eficiente para nuestro país y elegir a quienes mejor interpreten nuestra idea de país para que nos represente en su conducción. En definitiva, participar en cómo se desarrolla la nación.
Quienes votan lo hacen porque obtienen utilidad al hacerlo (valoran los beneficios por sobre los costos). Si alguien no obtiene utilidad por emitir su voto (y por lo tanto no lo hace), se le puede incentivar de 3 maneras: aumentando los beneficios de hacerlo, disminuyendo los costos o ambas. Ahora cabe preguntarse si esta modificación a la norma lo hace de alguna. Mi conclusión es que muy poco.
Los beneficios de votar no aumentan en lo más mínimo. La ley no contempla pago ni retribución por hacerlo. Sigue siendo sólo la misma gratificación que da ser participante en la conducción del país. Para quienes no votan porque no creen en la democracia ni en las personas que la conducirían no hay nada nuevo. Por otro lado, los costos no varían sustancialmente ya que sólo se "ahorra" el trámite de inscripción (que es marginal ya que sólo se realiza UNA vez en la vida). Igualmente habrá que acudir al lugar de votación cada 4 años y dejar de disfrutar de lo que usualmente hacemos un día libre.
¿Cuál es la coyuntura a la que apuntan los políticos con esta nueva ley? A poder convencer a los electores (todo mayor de 18), hasta último minuto, de ir a votar por ellos, a diferencia de la actualidad en que sólo se puede convencer a los legalmente inscritos. ¿Dónde lo van a hacer? En las campañas políticas previas a la elección.
En esas circunstancias veremos dos efectos negativos a mi entender. El primero es que, para llegar efectivamente a los electores, las campañas necesitan dinero y tomando en cuenta que ahora los electores serán potencialmente muchos más (aumentarían en un 50% aproximadamente), los candidatos necesitarán más recursos para lograrlo. Sobretodo para conseguir que quienes no votan, lo hagan (1). Esto conlleva mayor solicitud de donaciones de dinero a empresarios o particulares (sabemos que no es gratis) por parte de los candidatos y mayor incentivo al desvío de fondos fiscales para campañas políticas (también sabemos que el estado es vulnerable en este punto).
La segunda consecuencia será que las campañas para convencer a los no votantes tendrán que apelar a argumentos no políticos (probado está que los argumentos políticos tradicionales no los han convencido en 20 años). Así entonces veremos durante las campañas a los candidatos apelando a toda clase de artimañas profanas para conseguir el voto. Regalos, fiestas, acarreos de votantes con estadía y traslado pagado e incluso, derechamente, compra de votos.
Ambas consecuencias apuntan a lo que en Chile no necesitamos más: corrupción.
Dejando para el final una reflexión me pregunto: si se está proponiendo cambiar a un voto "voluntario", quiere decir que el voto actual es "involuntario"? No me parece. Sólo se le quiere dar un tinte autoritario por haber sido generado por la constitución de 1980. El voto actual es lo más voluntario que hay. Sólo tengo que ir voluntariamente al registro electoral, llenar voluntariamente la ficha de inscripción y luego votar. Si no quiero votar, voluntariamente no me inscribo y aprovecho voluntariamente un domingo cada dos años para tomar sol. Asi de simple.
If it ain´t broke, don´t fix it...
(1)Alguien podría alegar que no se necesitarían más recursos porque un aviso callejero o un jingle de radio es percibido por todos, votantes o no. La prueba más clara para refutar ese argumento es que en 20 años de elecciones, la comunicación masiva no ha encantado a casi 3.500.000 potenciales participantes. Conseguir la participación de los no votantes va a requerir esfuerzos particulares, adicionales a los comunmente usados para influir en los votantes.