El Homo Economicus y su comportamiento, que tan bien ha descrito la teoría económica del último centenio, se basa en una premisa fundamental: las personas tomamos decisiones lógicas y racionales que basadas en un análisis de costo/beneficio optamos por la alternativa que maximice nuestro bienestar particular. Somos personas inteligentes, analíticas e interesadas, decididos en el logro de nuestros objetivos y no nos dejamos llevar por estados emocionales. El Homo Economicus es un sujeto perfecto para construir teorías académicas pero tiene un problema: no existe.
La vida diaria está plagada de ejemplos irracionales y auto saboteantes que contradicen su existencia. ¿Porqué un jugador de casino sigue apostando ante la certeza de perder? ¿Porqué decimos que debemos ahorrar, comer mejor y hacer ejercicio sin hacer ninguna? ¿Porqué un padre daña o perjudica a un hijo? ¿Porqué postergamos?
Con respecto al supuesto económico de racionalidad, podemos encontrar refutación en cualquier dirección en que busquemos. Optar a un cargo de representación popular por ejemplo. Una campaña presidencial cuesta en torno a US$20 millones para optar a un cargo remunerado que, en sus 4 años, no superará el US$1 millón; o un estudiante que decide no estudiar y reprobar una carrera (obtener $0 ingresos en el futuro) a pesar de ya haberla pagado; o comprar algo a crédito hoy sólo para terminar pagando más en el futuro. Ilógico
Todas estas interrogantes las ha abordado en la última década la Economía Conductual. Esta nueva disciplina relaciona la economía con los aspectos psicológicos del ser humano, agregando nuevos preceptos al proceso de toma de decisiones de las personas.
Los principios relevantes de esta rama de estudio incluyen, por ejemplo el hecho de que el comportamiento de los demás importa al momento de comprar un producto o tomar una opción económica. Tendemos a tomar decisiones observando a otros. No sólo por nuestro interés particular. Un colega comentaba que su jefe censuraba, aislaba e insultaba a toda persona que no actuara según sus parámetros. Incluso les quitaba instrumentos de trabajo como castigo. Con eso, no sólo evita que el empleado enmiende su error sino que además le crea a su empresa mayores pérdidas. Irracional.
Los hábitos también juegan un papel importante en nuestras opciones. Hacemos muchas cosas instintivamente, sin análisis previo, y son muy difíciles de cambiar. Es difícil entender que haya gente que está volviendo a construir sus casas al pié del volcán Chaitén o en las costas del tsunami. Homo Insensatus.