Es mejor estar inexactamente correcto que meticulosamente equivocado... John M. Keynes Blog de Claudio Daud Cortés
Friday, September 24, 2004
Centro de La Serena
Mucho se ha dicho con respecto al abandono comercial en que se encuentra el centro de La Serena. Hemos visto, leído y escuchado múltiples relatos con respecto a la gran cantidad de locales vacíos, la poca afluencia de público, la caída en los precios de los arriendos, el bajo nivel de aseo y ornato, etc. Hemos presenciado, también, la preocupación de los grupos afectados por esta depresión sectorial. Por un lado el municipio, que ve caer sus ingresos por la recaudación por concepto de patentes, además de la mala imagen que genera a su titular el proceso de desertificación en que se encuentra el barrio donde se encuentra su propia oficina. Por otro, los comerciantes dueños de negocios en el centro, que sufren la caída de la rentabilidad en sus negocios, causando, en muchos casos, pérdidas de capital, llevándolos a la decisión de cierre. También se cuentan entre los principales afectados, los propietarios de los bienes raíces del sector, que reciben cada vez menos dinero por el arriendo de sus, cada vez menos valiosas, propiedades.
Si bien, la aparición de centros comerciales fuera del sector céntrico, ha sido determinante en esta desmejorada realidad, es la incapacidad de los grupos interesados en reaccionar eficientemente, a mi juicio, el verdadero motivo por el cual no se ha podido revertir este panorama desalentador para los serenenses que crecimos proveyéndonos de lo que el bello centro de La Serena nos ofrecía. Las acciones que se han emprendido han sido pusilánimes, no cohesionadas y sin un diagnostico adecuado. No se puede tratar de atraer gente, si no definimos qué tipo de gente queremos atraer. No se pueden atraer empresas ni negocios si no les damos un incentivo. No podemos competir contra un enemigo, si no desarrollamos una ventaja para superarlo. En toda índole de actividad humana, la competencia nos obliga a mejorar. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de desaparecer. Al parecer, es lo que esta sucediendo.
Revertir esta situación requiere apoyarse sobre 3 pilares fundamentales: generar incentivos para la afluencia de público, buscar un nicho de mercado y diferenciarse.
En el comercio tradicional, la afluencia de público es vital. No podemos concebir una empresa en el rubro comercial, sin el continuo tránsito de personas. La lógica nos dice que para que las personas vayan a algún lugar, deben tener algo que hacer allí. En este punto, las acciones van en sentido contrario. Bancos, ISAPRES, AFP, etc. van paulatinamente abriendo oficinas en otros puntos de la ciudad. Incluso oficinas públicas abandonan sus oficinas tradicionales. No estoy en contra del desarrollo de otros puntos de la comuna, al contrario. Pero, sin duda, mientras menos diligencias tengan que hacer las personas en el centro, menos afluencia habrá. Entonces se desprende que este es una encrucijada vital. Con un flujo de personas decreciente, no hay posibilidad alguna de reactivación, independiente de las acciones que se emprendan. ¿Cómo aumentar el volumen de gente? La respuesta requiere de un análisis más profundo, pero algo es seguro: se requerirán incentivos por parte de la autoridad comunal para frenar el éxodo de empresas y atraer nuevos participantes que ofrezcan servicios novedosos y útiles. ¿Subsidios? ¿Rebajas en patentes comerciales? ¿Exenciones temporales de tributos? Puede ser. En definitiva, mientras más productos y servicios ofrezca el centro, menor será el costo para los usuarios ya que podrán realizar varias tareas en un mismo sector.
Tenemos que abandonar el deseo de que el centro vuelva a ser el sector donde confluye toda la población y donde se encuentra de todo para todos los gustos como lo fue antaño. Hay estratos sociales (los más altos) que definitivamente no van a volver a abastecerse allí. Su nivel más alto de ingresos les permite acceder a compras en lugares con un estándar de servicio más alto. Se debe buscar un segmento de la población para quienes sea atractiva la oferta y dirigir hacia ellos los productos ofrecidos y los esfuerzos de marketing.
¿Qué segmento es? También requiere análisis. Sectores de menores ingresos, que no dispongan de vehiculo propio (el pago de estacionamiento no será problema), que habitan barrios en la periferia y tomen diariamente locomoción en los paraderos centrales aparecen como clientes naturales. Para ellos es más económico comprar en el centro que en zonas aledañas (menor costo de traslado). Por lo tanto, tiendas que exhiban el bajo precio del producto como atributo principal deberían estar presentes. Tiendas de descuento, artículos de segunda mano, distribuidoras de abarrotes económicas, etc. tienen que estar presentes para atender a este público. Otro segmento es el de turistas. Potenciando los atractivos turísticos del centro (mejorando la ruta histórica, mejorando el aseo, potenciando La Recova y el Museo, destacando las iglesias, etc.) se puede generar un tráfico de público de año corrido. Recordemos que la población flotante en temporada baja es cada vez mayor con el auge de giras turísticas para la tercera edad, convenciones de profesionales y eventos de empresas. Este flujo de personas alentaría la instalación de agencia de viajes y de turismo receptivo, casas de cambio, servicios de transfer, etc. Con un estudio más detallado se encontrarán nichos de mercado accequibles que harán la inversión en el comercio del centro más rentable.
Una vez determinado el segmento de mercado objetivo, se deben determinar los elementos diferenciadores que harán que prefieran consumir en el. Lo más probable es que a esos consumidores no les preocupe el piso de mármol o el estacionamiento gratis. Si les importarán los bajos precios y el acceso al crédito. Hay que detectar aquellos atributos que más valoren los clientes específicos para lograr ser percibidos como distintos. Tratar de igualar al centro con un mall es una pelea perdida.
Mención aparte merece el tema del comercio ambulante. Es inconcebible que la autoridad, por un lado, diga que pretende tomar medidas para reactivar el sector central, y por otro, mantener un volumen de comercio ambulante desmedido. La competencia desleal que implica esta práctica (no pagan impuestos ni arriendos) es un lastre más que impide el despegue del comercio de la zona céntrica. Un plan de reactivación debe incluir, aparte de lo mencionado anteriormente, una arremetida fuerte contra esta actividad ilegal.
Haciendo un estudio acabado, fijando un objetivo claro y creando incentivos apropiados, será posible transformar a nuestro downtown en un polo de desarrollo bullante, que enorgullezca a los habitantes de la comuna y sea un aporte al desarrollo económico de la región.
Monday, May 03, 2004
¿Subsidio al Estado?
La evolución impositiva de los últimos quince años en Chile ha tenido sólo una dirección: aumento de impuestos. Reconocemos que un país que crece, requiere cada vez más gasto del gobierno. También sabemos que el bajo gasto social realizado hasta fines de los 80 tuvo que ser aumentado y la exigua inversión estatal en obras públicas de infraestructura, incrementada. “Herencias” del gobierno militar.
Hasta aquí, todo bien. Se ha aumentado la carga impositiva de personas y empresas para disminuir la pobreza, mejorar la salud y la educación. También para tener una infraestructura vial digna de un país en desarrollo.
Lamentablemente nuestras autoridades no sólo mantienen su discurso de aumento de impuestos sino que lo intensifica. Al alza del IVA (del 16% al 18% primero y luego del 18% al 19%) y aumento de impuestos a las utilidades de las empresas (del 15% al 16.5% y eliminación de la exención por reinversión) se suma ahora el royalty a la minería. Si bien este último impuesto tiene asidero técnico ya que las mineras extranjeras no pagan impuestos por explotar un recurso no renovable, la realidad es que el ejecutivo parece no reconocer el timing necesario para el debate tributario. Es muy distinto discutir nuevos impuestos en un país bullante (que crece con una tasa superior al 6% y tiene una tasa de inversión del 27% del PIB) que en uno deprimido económicamente (con crecimiento un poco sobre 0% y con tasa de inversión rondando el 20% del PIB).
Comentario aparte merece la eficiencia en el empleo de recursos.
A esto se suma un hecho nunca publicitado. Sabemos del endeudamiento por déficit presupuestario de organismos del estado con sus proveedores. Las municipalidades del país bordean los $89.000.000.000, los hospitales y obras pública , otro tanto. Tenemos, entonces, hospitales que deben insumos, municipios que deben servicios básicos y previsiones sociales de sus empleados, ministerios que deben a sus contratistas, etc.
En definitiva, el sector público le debe al sector privado el pago de bienes y servicios ya prestados. Esto lleva a pequeñas, grandes y medianas empresas a pagar costos financieros para soportar la morosidad del estado. Si los dueños de las empresas son, en definitiva, las personas, es claro que estamos subsidiando al estado. El fisco no paga intereses por las morosidades que mantiene con sus proveedores. Los pagan los proveedores.
¿Están las empresas y por ende las personas pagando otro impuesto? ¿Esta el fisco recortando las utilidades del sector privado? Evidentemente si. Estamos entonces subsidiando al estado. El mundo al revés.
A diario nos damos cuenta del interés del gobierno por aumentar tributos. A diario nos damos cuenta de los gastos adicionales que nos implica soportar los plazos de pago de entidades públicas. A diario vemos el drama de pequeñas y medianas empresas que no soportaron la carga crediticia que les exigía su más importante cliente y sucumbieron.
No es incorrecto entonces pedirles a nuestros gobernantes que analicen bien el momento en el tiempo en el cual plantean sus requerimientos impositivos. Estos no son esencialmente buenos ni malos, sino que dependen de la coyuntura económica, social, política y cultural que vive una nación.
Hasta aquí, todo bien. Se ha aumentado la carga impositiva de personas y empresas para disminuir la pobreza, mejorar la salud y la educación. También para tener una infraestructura vial digna de un país en desarrollo.
Lamentablemente nuestras autoridades no sólo mantienen su discurso de aumento de impuestos sino que lo intensifica. Al alza del IVA (del 16% al 18% primero y luego del 18% al 19%) y aumento de impuestos a las utilidades de las empresas (del 15% al 16.5% y eliminación de la exención por reinversión) se suma ahora el royalty a la minería. Si bien este último impuesto tiene asidero técnico ya que las mineras extranjeras no pagan impuestos por explotar un recurso no renovable, la realidad es que el ejecutivo parece no reconocer el timing necesario para el debate tributario. Es muy distinto discutir nuevos impuestos en un país bullante (que crece con una tasa superior al 6% y tiene una tasa de inversión del 27% del PIB) que en uno deprimido económicamente (con crecimiento un poco sobre 0% y con tasa de inversión rondando el 20% del PIB).
Comentario aparte merece la eficiencia en el empleo de recursos.
A esto se suma un hecho nunca publicitado. Sabemos del endeudamiento por déficit presupuestario de organismos del estado con sus proveedores. Las municipalidades del país bordean los $89.000.000.000, los hospitales y obras pública , otro tanto. Tenemos, entonces, hospitales que deben insumos, municipios que deben servicios básicos y previsiones sociales de sus empleados, ministerios que deben a sus contratistas, etc.
En definitiva, el sector público le debe al sector privado el pago de bienes y servicios ya prestados. Esto lleva a pequeñas, grandes y medianas empresas a pagar costos financieros para soportar la morosidad del estado. Si los dueños de las empresas son, en definitiva, las personas, es claro que estamos subsidiando al estado. El fisco no paga intereses por las morosidades que mantiene con sus proveedores. Los pagan los proveedores.
¿Están las empresas y por ende las personas pagando otro impuesto? ¿Esta el fisco recortando las utilidades del sector privado? Evidentemente si. Estamos entonces subsidiando al estado. El mundo al revés.
A diario nos damos cuenta del interés del gobierno por aumentar tributos. A diario nos damos cuenta de los gastos adicionales que nos implica soportar los plazos de pago de entidades públicas. A diario vemos el drama de pequeñas y medianas empresas que no soportaron la carga crediticia que les exigía su más importante cliente y sucumbieron.
No es incorrecto entonces pedirles a nuestros gobernantes que analicen bien el momento en el tiempo en el cual plantean sus requerimientos impositivos. Estos no son esencialmente buenos ni malos, sino que dependen de la coyuntura económica, social, política y cultural que vive una nación.
Saturday, February 21, 2004
Una Buena Idea
Esta ya dicho que la reivindicación de una salida al mar para Bolivia es improcedente. Ninguno de los argumentos dados por las autoridades bolivianas es convincente.
Que digan que la mediterraneidad es la causante de su subdesarrollo es casi una vergüenza. Basta ver lo avanzado de los índices sociales y económicos de países europeos sin salida al mar para desestimar el argumento. Además, países con grandes costas, no necesariamente ostentan cifras para enorgullecerse (eso lo sabemos en Chile).
Que digan que pedir a Chile una salida al mar es válido (y que la comunidad internacional debe apoyarlos), con la amenaza de crear “inestabilidad regional” es casi inmoral. Es como si nuestro vecino en el barrio nos pidiera salir a la calle por nuestro patio a cambio de no destruirnos el jardín. Impresentable. Sobretodo considerando que, en este caso, no tiene la capacidad para hacerlo.
La verdad es que el subdesarrollo económico y social que muestran nuestros vecinos son producto , no de territorios perdidos y entregados de acuerdo a derecho internacional , sino de la incapacidad de las clases gobernantes de generar políticas cuerdas y consistentes , que incentiven la educación , la inversión , la innovación y el espíritu emprendedor. Han perdido tiempo en la última centuria y hoy les pasa la cuenta.
Pero, aunque parezca contradictorio, debo manifestar que creo que estamos frente a una de las mejores ideas de la clase política boliviana de los últimos años. O por lo menos, de la que le dará más dividendos al vecino país. Me explico. Todos sabemos que para instaurar, en un país, políticas provechosas en el largo plazo, se requieren grandes consensos. No es posible realizar reformas económicas, educacionales, previsionales, estatales, etc., sin el acuerdo de todos los sectores involucrados (es cosa de ver la demora en la reforma de salud en Chile). Eso precisamente ha sido la carencia en la sociedad Boliviana: consenso. El poder de minorías, ha echado por tierra intentos serios de reformas, ha desincentivado inversiones extranjeras, ha derribado gobiernos y ha bloqueado acuerdos, generando inestabilidad.
Precisamente en este punto esta la buena idea del gobierno de xxxxxxx. Sabemos que habrá reuniones bilaterales, trilaterales y multilaterales para tratar el problema con Chile. Secretas y públicas. Habrá, con toda seguridad, más declaraciones por la prensa. De los involucrados y de los amigos de los involucrados (pregúntenle a Chávez). Habrá desembolsos del presupuesto del Ministerio de RREE boliviano para que este circo no pare. Pero también sabemos que la efervescencia de las demandas bolivianas va a pasar. Casi con toda seguridad, sin cambios en los mapas. No creo que la comunidad internacional esté dispuesta, en definitiva, a avalar el rompimiento de tratados limítrofes, suscritos dentro de toda legalidad (¿se imaginan el precedente?).
Pero algo va a quedar: el consenso. Todo este discurso nacionalista ha catapultado al gobierno de Carlos mesa a niveles de aprobación, que sin ser altos, son de rara existencia en la historia boliviana. Ha logrado alinear tras el a sectores políticos eternamente antagónicos, étnias y cocaleros incluidos. Le han otorgado un piso confiable para empujar las reformas que Bolivia necesita. Es la hora de que lo haga. De que consiga en el parlamento los votos necesarios para cambiar las cosas. Levantando la bandera antichilena, puede tener el gobierno vecino, la estabilidad necesaria para tomar las verdaderas medidas que los sacaran del subdesarrollo: las medidas reformistas del aparato estatal, del sistema financiero, del sistema educacional, previsional y tantos otros.
En el mediano plazo esto redundará en el tan anhelado desarrollo, en la disminución de la inestabilidad interna y la siempre bienvenida “calma en el barrio”. Ojalá que no dejen pasar la oportunidad.
Que digan que la mediterraneidad es la causante de su subdesarrollo es casi una vergüenza. Basta ver lo avanzado de los índices sociales y económicos de países europeos sin salida al mar para desestimar el argumento. Además, países con grandes costas, no necesariamente ostentan cifras para enorgullecerse (eso lo sabemos en Chile).
Que digan que pedir a Chile una salida al mar es válido (y que la comunidad internacional debe apoyarlos), con la amenaza de crear “inestabilidad regional” es casi inmoral. Es como si nuestro vecino en el barrio nos pidiera salir a la calle por nuestro patio a cambio de no destruirnos el jardín. Impresentable. Sobretodo considerando que, en este caso, no tiene la capacidad para hacerlo.
La verdad es que el subdesarrollo económico y social que muestran nuestros vecinos son producto , no de territorios perdidos y entregados de acuerdo a derecho internacional , sino de la incapacidad de las clases gobernantes de generar políticas cuerdas y consistentes , que incentiven la educación , la inversión , la innovación y el espíritu emprendedor. Han perdido tiempo en la última centuria y hoy les pasa la cuenta.
Pero, aunque parezca contradictorio, debo manifestar que creo que estamos frente a una de las mejores ideas de la clase política boliviana de los últimos años. O por lo menos, de la que le dará más dividendos al vecino país. Me explico. Todos sabemos que para instaurar, en un país, políticas provechosas en el largo plazo, se requieren grandes consensos. No es posible realizar reformas económicas, educacionales, previsionales, estatales, etc., sin el acuerdo de todos los sectores involucrados (es cosa de ver la demora en la reforma de salud en Chile). Eso precisamente ha sido la carencia en la sociedad Boliviana: consenso. El poder de minorías, ha echado por tierra intentos serios de reformas, ha desincentivado inversiones extranjeras, ha derribado gobiernos y ha bloqueado acuerdos, generando inestabilidad.
Precisamente en este punto esta la buena idea del gobierno de xxxxxxx. Sabemos que habrá reuniones bilaterales, trilaterales y multilaterales para tratar el problema con Chile. Secretas y públicas. Habrá, con toda seguridad, más declaraciones por la prensa. De los involucrados y de los amigos de los involucrados (pregúntenle a Chávez). Habrá desembolsos del presupuesto del Ministerio de RREE boliviano para que este circo no pare. Pero también sabemos que la efervescencia de las demandas bolivianas va a pasar. Casi con toda seguridad, sin cambios en los mapas. No creo que la comunidad internacional esté dispuesta, en definitiva, a avalar el rompimiento de tratados limítrofes, suscritos dentro de toda legalidad (¿se imaginan el precedente?).
Pero algo va a quedar: el consenso. Todo este discurso nacionalista ha catapultado al gobierno de Carlos mesa a niveles de aprobación, que sin ser altos, son de rara existencia en la historia boliviana. Ha logrado alinear tras el a sectores políticos eternamente antagónicos, étnias y cocaleros incluidos. Le han otorgado un piso confiable para empujar las reformas que Bolivia necesita. Es la hora de que lo haga. De que consiga en el parlamento los votos necesarios para cambiar las cosas. Levantando la bandera antichilena, puede tener el gobierno vecino, la estabilidad necesaria para tomar las verdaderas medidas que los sacaran del subdesarrollo: las medidas reformistas del aparato estatal, del sistema financiero, del sistema educacional, previsional y tantos otros.
En el mediano plazo esto redundará en el tan anhelado desarrollo, en la disminución de la inestabilidad interna y la siempre bienvenida “calma en el barrio”. Ojalá que no dejen pasar la oportunidad.
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