La hoguera empieza a humear a los pies de nuestros honorables parlamentarios, otra vez. El combustible en esta pasada son los viáticos de traslado a su lugar de trabajo. Jugosos: 4 viáticos equivalen a un sueldo mínimo. También les sirve de seguro de accidentes de trabajo. Si algo les pasa en el camino están cubiertos.
¿Es feo? Sí y no. En esta pasada, la culpa es del chancho y del que le da el afrecho.
Claro que es excesivo que sobre todas las asignaciones que tienen, más aún reciban dinero para alojarse y comer antes de llegar al trabajo. Pero es totalmente justo que si un diputado por Parinacota debe emprender viaje desde su región el día anterior, para llegar a trabajar, tenga un seguro que lo cubra en el camino. No es su culpa trabajar tan lejos de su lugar de origen.
Lamentablemente el estatuto administrativo no contempla viáticos sin pago (solo con seguro).
Pues bien. ¿Hay un dolo en los parlamentarios en cobrar calladitos una asignación que no necesitan? Sí. ¿Es su culpa que no exista una forma de viajar asegurados pero sin cobrar? No.
¿Es condenable que no hayan hecho nada al respecto en ya varios años? Sin duda.
¿Es un problema solo del Congreso? No. Todos los funcionarios del Estado tienen la misma prerrogativa. La diferencia es que como todos viven más cerca de su lugar de trabajo, no lo usan.
Pero miremos hacia adelante mejor (si lo hacemos hacia atrás ninguno queda bien parado). Una fórmula sería aprobar un seguro de traslado separado del viático. Otra es permitir el viático acotado y contra rendición (aunque habría un costo para revisarlo no menor).
Seguramente hay más fórmulas para resolver esta engorda silenciosa que se dio mientras mirábamos para el lado. Es cosa de voluntad
Es mejor estar inexactamente correcto que meticulosamente equivocado... John M. Keynes Blog de Claudio Daud Cortés
Thursday, December 06, 2018
Tuesday, September 11, 2018
El Cuento del salario mínimo
Laurita llegó al taller donde trabajaba hace 6 años. Ya era fin de mes y en “La Hilacha” era día de entregas. Ella hacía las bastas y las reparaciones; Doña Liliana hacía las confecciones (era la dueña desde que habilitó la bodega de su casa para coser y parar la olla cuando la despidieron del supermercado donde era supervisora).
Laurita aprendió a reparar ropa en la nocturna. Allí terminó la media después de tener a Carlitos gracias a un programa especial de la muni. Un par de añitos después vino la Nicole. La tuvo con su pololo de entonces. Ambos van ya al colegio y la Nico pinta pa’ mejor estudiante.
Laurita ha notado que doña Lily anda media seria esta semana. Aunque hay menos pega, siempre tienen qué hacer (aunque a veces las clientas se demoran en pagar). Puede ser eso o a lo mejor son las noticias. Siempre tiene la tele prendida en el taller y las ve todo el día. Ahora último la hace callar cuando aparece esa señora morena que reclama fuerte por el sueldo mínimo. Es brava parece. Menos mal que ya no sale; se arreglaron con el ministro y parece que lo subieron harto porque paró de gritar.
Se alegró Laurita. Con esas luquitas más alcanzará para darse una vuelta por el cine con sus críos. Hasta con palomitas.
“Laurita, ven” dijo doña Lily. “Me da mucha pena, mi niña, pero hasta fin de mes nomás llegamos.” Tenía los ojos vidriosos. “Tengo que subirte el sueldo y no me alcanza. Si lo hago tengo que dejar de pagar la luz... o la cuota de la overlock. Y así tendría que cerrar” A Laurita le dio como fiebre. “Atenderé sola el taller. No podré recibir muchas prendas pero podré pagar las cuentas al menos” dijo doña Lily.
Laurita se quedó pensando... el cine tendrá que esperar.
Final alternativo
“Laurita, ven” dijo doña Lily. “Te tengo una buena y una mala. Cuál prefieres”. “La buena” dijo Laurita. “Fue bueno al aumento del mínimo este año. Te lo empiezo a pagar desde el otro mes”. “Gracias doña Lily” respondió Laurita, llena de ideas. Ir al cine con sus críos era una. Hasta con palomitas. “¿Y la mala?” Doña Lily la miró preocupada. “Tendremos que subir los precios. A lo que más hacemos (eran las bastas). Así no se nota tanto”
La Charo la tenía difícil. Andaba al tres y al cuatro con su tallercito de costura. A una cuadra, “La Hilacha” era la preferida por las vecinas. Hacían mejor los trabajos y la señora tenía una ayudante. Además, la única máquina de coser que le dejó el Walo, apenas funcionaba; las otras se las había vendido un día que andaba tomando con los amigos. Nunca más supo del (ni de las máquinas).
Hace un par de semanas la cosa iba pa’ rriba. “La Hilacha” había cerrado. No sabía por qué pero, de un día para otro, subieron los precios. Las vecinas le contaron. No había mucha plata y empezaron a llevarle las preguitas a ella. Incluso la ayudante, Laurita parece que se llamaba, fue a ofrecerse de ayudante. No daba para tanto.
Laurita aprendió a reparar ropa en la nocturna. Allí terminó la media después de tener a Carlitos gracias a un programa especial de la muni. Un par de añitos después vino la Nicole. La tuvo con su pololo de entonces. Ambos van ya al colegio y la Nico pinta pa’ mejor estudiante.
Laurita ha notado que doña Lily anda media seria esta semana. Aunque hay menos pega, siempre tienen qué hacer (aunque a veces las clientas se demoran en pagar). Puede ser eso o a lo mejor son las noticias. Siempre tiene la tele prendida en el taller y las ve todo el día. Ahora último la hace callar cuando aparece esa señora morena que reclama fuerte por el sueldo mínimo. Es brava parece. Menos mal que ya no sale; se arreglaron con el ministro y parece que lo subieron harto porque paró de gritar.
Se alegró Laurita. Con esas luquitas más alcanzará para darse una vuelta por el cine con sus críos. Hasta con palomitas.
“Laurita, ven” dijo doña Lily. “Me da mucha pena, mi niña, pero hasta fin de mes nomás llegamos.” Tenía los ojos vidriosos. “Tengo que subirte el sueldo y no me alcanza. Si lo hago tengo que dejar de pagar la luz... o la cuota de la overlock. Y así tendría que cerrar” A Laurita le dio como fiebre. “Atenderé sola el taller. No podré recibir muchas prendas pero podré pagar las cuentas al menos” dijo doña Lily.
Laurita se quedó pensando... el cine tendrá que esperar.
Final alternativo
“Laurita, ven” dijo doña Lily. “Te tengo una buena y una mala. Cuál prefieres”. “La buena” dijo Laurita. “Fue bueno al aumento del mínimo este año. Te lo empiezo a pagar desde el otro mes”. “Gracias doña Lily” respondió Laurita, llena de ideas. Ir al cine con sus críos era una. Hasta con palomitas. “¿Y la mala?” Doña Lily la miró preocupada. “Tendremos que subir los precios. A lo que más hacemos (eran las bastas). Así no se nota tanto”
La Charo la tenía difícil. Andaba al tres y al cuatro con su tallercito de costura. A una cuadra, “La Hilacha” era la preferida por las vecinas. Hacían mejor los trabajos y la señora tenía una ayudante. Además, la única máquina de coser que le dejó el Walo, apenas funcionaba; las otras se las había vendido un día que andaba tomando con los amigos. Nunca más supo del (ni de las máquinas).
Hace un par de semanas la cosa iba pa’ rriba. “La Hilacha” había cerrado. No sabía por qué pero, de un día para otro, subieron los precios. Las vecinas le contaron. No había mucha plata y empezaron a llevarle las preguitas a ella. Incluso la ayudante, Laurita parece que se llamaba, fue a ofrecerse de ayudante. No daba para tanto.
Monday, August 13, 2018
Se necesita retroexcavadora
Entre tanta polémica por lo que alguien dijo o hizo o cree, hay noticias de propuestas del gobierno que quedan postergadas y no generan el debate necesario para dimensionar sus beneficios. Fue el caso de las 20 medidas propuestas por el Ministerio de Economía en el marco de la Agenda de Productividad del gobierno. Dijo el Presidente:
“Queremos desatar las fuerzas de la libertad, de la creatividad, de la innovación, de la imaginación, del emprendimiento, que es lo que realmente hace progresar a los países y que muchas veces los gobierno en lugar de promover, asfixian esa fuerza vital que vive en el alma de cada chileno”.
Y la verdad es que las medidas van en el sentido correcto en facilitar que las ideas productivas de las personas encuentren menos trabas para convertirse en realidad; especialmente la flexibilización de los requisitos de publicación de información en diarios nacionales y disminución de barreras para la reorganización de PyMEs.
Pero creo que falta más; falta una retroexcavadora. Dentro de la OCDE somos el sexto país con mayores trabas al emprendimiento y revertirlo requiere un cambio de paradigma profundo. Todas estas medidas sumadas a anteriores como Empresa en un día, pierden efectividad ante la maraña impenetrable de permisos sectoriales previos al inicio de actividades productivas. Infinitas autorizaciones, vistos buenos, resoluciones, etc. de otros tantos organismos: Salud, Municipio, Dirección de obras, SII, SAG,...(podría seguir). Todos embarullados en autorizaciones cruzadas que agotan a cualquier emprendedor y lo transforman en héroe si logra descabezar a la medusa burocrática.
¿Qué nos dice esto? Que nuestro sistema tiene tanta desconfianza en el emprendedor, especialmente el pequeño, que necesita una triple, cuádruple o quíntuple aseveración de que este cumplirá la normativa vigente. ¡Esto es lo que hay que retroexcavar! Este nudo gordiano que solo se desatará con un decidido golpe de espada afilada .
¿Porqué no hacerlo al revés? ¿Porqué no partimos confiando, mejor? ¿Porqué no otorgar un permiso provisorio inicial, acotado en plazo, que permita que rápidamente el dueño de la idea pueda abrir su pastelería, arriendo de mountain bikes o agencia de turismo aventura? Una vez terminado el plazo de autorización provisoria, se procede a las fiscalizaciones de rigor correspondientes y cualquier incumplimiento grave se sanciona con prohibición de funcionamiento. El compromiso del propietario a estas alturas es mucho mayor por lo que el incentivo a romper normas será mínimo.
Entregarle el poder y la confianza a las personas de concretar sus creaciones productivas desataría esa fuerza que dé impulso a nuestra economía y cree rápidamente las fuentes de trabajo de calidad que tanto necesitamos.
No siempre las retroexcavadoras son malas.
Etiquetas:
Claudio Daud,
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Ubicación:
La Serena, Región de Coquimbo, Chile
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