Primer acto: Luego de un traumático proceso, una pareja se separa. Segundo acto: El hombre deja el hogar y la mujer asume el cuidado de los hijos. Tercer acto: Motivado por las rencillas y odiosidades mutuas, el hombre deja de visitar a sus hijos y suspende los aportes económicos a la madre para su crianza. ¿Existe alguien que no haya visto esta película? No creo. Entonces corresponde preguntarse: ¿qué incentiva a un padre a dejar a sus retoños sin los recursos que necesitan, emocionales y económicos, para su crianza?
La situación se puede analizar desde el punto de vista de los bienes económicos sustitutivos y complementarios. Los bienes complementarios son aquellos que en conjunto satisfacen una necesidad (ej. el computador y la conexión a Internet satisfacen la necesidad de navegar por la red). Por el contrario, los sustitutos son bienes distintos que satisfacen una misma necesidad y que no se pueden consumir a la vez (ej. el colectivo o la micro te llevan al mismo lugar pero no puedes ir en ambos).
Un hombre y una mujer, unidos como pareja, actúan como complementos para satisfacer las necesidades de un niño. En distintas combinaciones de cariño, preocupación, compañía y dinero, cada uno aporta lo indispensable para el sano crecimiento fìsico y emocional del infante. En general, el aporte de la madre se inclinará más hacia lo emocional y el del padre, hacia lo material.
Lamentablemente esta situación cambia cuando los padres se separan. Los progenitores ya no actúan como bienes complementarios sino como sustitutos. O concurre el uno o el otro, pero no los dos. El padre, en muchas ocasiones, asume la reprochable y cobarde posición de suspender las contribuciones (por intermedio de la madre) por verse marginado de la toma de decisiones y presencia permanente ante el hijo. En la disputa de quién le da qué al hijo, el padre tiende a minimizar sus aportes tomando en cuenta que es quien menos contacto tiene con él y para proteger sus ingresos. Como siempre sucede en el caso de bienes sustitutos, cuando disminuye la disponibilidad de uno, se demandará más del otro. En este caso, la madre tendrá doble carga de cuidados y pesos.
Cuarto acto: El padre, mezquino en la pensión alimenticia, invita a su nueva novia de vacaciones, se compra la última zapatilla de Nike y cambia su auto por un modelo nuevo. Todos hemos visto esta escena también. En esta despreciable acción demuestra que considera a su retoño sólo como un objeto en el que hay que gastar en la medida que se obtengan beneficios a cambio. Claramente revela que $1 gastado en él le da mucha más utilidad que $1 gastado en su hijo. ¿Acaso las necesidades de los hijos están por debajo de las propias? Seguro que esta película y su protagonista ganan todos los años el premio a lo peor.
p.s. La elección del sexo de los personajes no necesariamente se manifiesta en la realidad. Hay versiones de la misma con los géneros invertidos.